Sueños
- DanzAmanece Kizomba
- 27 oct 2016
- 2 Min. de lectura
21:00h Me siento en la silla de la sala, observo la pista llena de bailarines de kizomba.
La música es increíble tema tras tema, me acomodo deseando bailar como un jugador de fútbol que está en el banquillo deseando darlo todo en el campo, pero no me atrevo a sacar a ninguna chica. Mi nivel es bajo aún y todos aquí saben moverse tan bien pero... me hace tan feliz bailar Kizomba, tan y tan feliz…
Van pasando los minutos y segundo a segundo pasan ya dos horas. Tantas ganas que tenía de bailar pero tengo tan poco nivel. Tengo que darle más caña con las clases, incluso hacer talleres con todos los profesores posibles, aprender muchísimas figuras y no parar. Solo sé hacer un par de saidas y un chacha. Con esto no voy a ninguna parte. Con lo bien que bailan las chicas no van a querer bailar conmigo. ¡Si soy un negado!
Pasa la tarde y no me atrevo a sacar a nadie. A punto de acabar la noche se acerca una chica a por mí y me pregunta si bailo. Le contesto que no sé con la intención de despacharla, pero ella me sonríe y me dice que no importa así que me animo y me pongo en el terreno de juego. Mi torpeza es inigualable pero intento contentarla haciendo figuras. A partir de un momento dejo de escuchar la música y no paro de ejecutar figuras, incluso la música para y yo sigo. Ella me frena con un “Gracias” en su cara de enfadada. Sorprendido le digo, “¿Solo una canción?”. Ella se gira y dice “No sabes sentir. Tienes muchas figuras pero ninguna me transmitía tanto como el latido de un corazón al ritmo de esta música.”
Me siento tan mal que pienso en cambiar de sitio habitual, pero en un impulso le cojo del brazo. “¡Espera! Puedo hacerlo mejor. Permíteme una más!”. De repente veo que su brazo se empieza a evaporar, la gente que hay a mi alrededor también, la sala desaparece, todo está oscuro. ¡Mi corazón late fuertemente! No entiendo qué está pasando.
He perdido mi oportunidad y hasta la siguiente sesión ya no podré volverlo a intentar, hasta la semana que viene nada!!! ¡Qué frustración!
Riiiiinngggg. Es mi despertador. Me he quedado dormido. Son las 20:00 y he quedado con mis amigos a las 21:00 para ir a bailar Kizomba a nuestro local favorito. ¡Qué alegría! Estaba luchando contra mis propios miedos por contentar a alguien en la pista. A partir de ahora voy a bailar lo poco que sé y seguir evolucionando escuchando la música. Es mi segunda oportunidad y la voy a aprovechar. ¡No pienso estar parado en la pista ya no voy a desperdiciar más instantes!
